class=»color-blue»>Aullido Libros, Punta Umbría, España, 2007 y 2015.
Tipo: Libro impreso
ISBN: 9788493607005
Dimensiones: 12cm x 19cm
Encuadernación: Pasta Blanda
No. Paginas: 54
Idioma: Español
Desde que comencé a escribir, el poeta y el periodista que me habitan desde que tengo uso de razón, hicieron un pacto: uno le daría de comer al otro cuando el caso lo requiriera. Las perspectivas respecto al futuro laboral no estaban muy claras. Estudiar periodismo, ¿para qué? Escribir, ¿para qué? Todo, sin embargo se fue acomodando en el rompecabezas de la vida. De hecho era demasiado tímido para ser periodista. Dejaba mis poemas en las redacciones de El Norte y El Porvenir, a principios de los años setenta, recién llegado a Monterrey. No las entregaba personalmente a nadie. Tenía terror de que me descubrieran. Dejaba el sobre con su contenido y huía como si escribir fuera un delito. Para mi sorpresa cuando los poemas se empezaron a publicar en las páginas de sociales, me invadía el pánico. Eran textos muy malos. Hablaban de amor y de ilusiones. Tenía 17 años. En la secundaria trabajé en un taller de torno pequeño y aprendí a usar la fresadora y el torno. Hacíamos piezas para lavadoras y tractores que requerían de una precisión milimétrica. En la prepa dobleteaba por las tardes. Trabajaba en una fábrica de uniformes propiedad del padre de un compañero de clase, Fernando de la Garza, e investigaba solicitudes de empleo para una oficina de proveedores de personal. También hacía artículos para el periódico Vida Universitaria. Un día me armé de valor: reuní algunas reseñas de libros y artículos de corte editorial y se los llevé a Jorge Villegas, decano del periodismo y director entonces de El Diario de Monterrey. Me quedé estupendejo cuando se empezaron a publicar mis colaboraciones. Mi primer artículo de corte editorial fue sobre China, hasta ahí llega mi memoria. A gritos y sombrerazos terminé la carrera de comunicación en la UANL. La que vino fue una época fabulosa para el periodismo cultural: los suplementos literarios. Hubo un momento de los años ochenta en que los tres principales diarios de Monterrey tenían sus respectivos suplementos. Tanto el poeta como el periodista recibían honorarios por sus colaboraciones. Despúes vinieron otros retos: la promotoría cultural, los archivos históricos, el trabajo editorial, los proyectos independientes, la docencia, los viajes, los premios literarios, las becas. Pasé por todos: Aquí Vamos, El Volantín y Ensayo. Y como tiendo a ser expansivo solía desplazarme a las páginas de culturales. A la par, desde 1982, se empezaron a publicar mis libros. Seguí en la ruta de las letras y el periodismo. En 2007 Roberta Garza me invitó, instancias de Gerardo Ortega, me invitó a coordinar Acentos, la página editorial del periódico en Monterrey. Expansivo como suelo ser, pronto empecé a hacer notas, entrevistas y crónicas para culturales. Durante más de un año realicé entrevistas, bajo el título de Vivir un día, con personajes de la cultura regia. Luego Roberta migró a la revista Milenio Semanal y fui a parar a la Ciudad de México con todo y chivas. Una época maravillosa, sin duda. Además de corregir y editar la revista colaboré con frecuencia en la misma, sobre todo con crónicas, entrevistas y artículos editoriales cuando alguno de los colaboradores semanales fallaba. Amplié mis dominios a Laberinto, el legendario suplemento que dirige José Luis Martínez S. y luego Alejandro de la Garza me vinculó a la revista Nexos. Y en esas andamos. El poeta ha ganado algunos premios y becas importantes. En 2017, junto a un pequeño y entusiasta equipo de colaboradores, crea el portal: www.musicaparacamaleones.com.mx. En 2018 la editorial Cal y Arena le encargó al periodista la preparación del libro José Alvarado, para la colección Esenciales del XX. Y así la vida. Un pie en la trinchera de la literatura, otro en la del periodismo. Las fronteras a veces se juntan y ambos campos coinciden en un punto: contar historias. El reto es el mismo: contarlas de la mejor manera posible.